RUTA CICLISTA: Pedaleando sobre ‘La última tumba’ de Alexis Ravelo

21 de septiembre de 2020, 11:18


La lectura nos atrapa, los personajes de los libros nos seducen y nos transportan a lugares mágicos donde transcurre la trama que, a veces, se convierten en escenarios literarios inolvidables. Ya lo hizo Shakespeare con Verona, donde acontece el trágico romance entre Romeo y Julieta, también Bram Stoker, cuando situó en Transilvania el hogar de Drácula. Las Palmas de Gran Canaria también es una localización literaria. Nuestra Ciudad se ha transformado en un escenario habitual de la novela negra española y la culpa es del escritor Alexis Ravelo.

RUTA CICLISTA: Pedaleando sobre ‘La última tumba’ de Alexis Ravelo

Hoy nos subimos a la bici para redescubrir a través de la novela La última tumba, siete localizaciones de la capital grancanaria donde se desarrolla el argumento ideado por Ravelo, que ganó con esta obra el premio ‘Ciudad de Getafe’. En este recorrido, el autor palmense, una de las firmas más relevantes de la novela negra contemporánea en nuestro país, nos relata con su prosa directa y canariona la historia de una venganza con una intriga absorbente y explosiva.

El propio Alexis Ravelo, que se autodefine en su blog como “escribidor calvo de Las Palmas de Gran Canaria", ha explicado de primera mano en varios bicipaseos cómo se inspiró en estos espacios para incorporarlos al argumento de La última tumba. Este recorrido ciclista nos permite ver desde fuera, con los ojos del escritor, el ambiente que caracteriza a varios lugares comunes de la vida cotidiana de Las Palmas de Gran Canaria, que se nos hacen fascinantes a través de la pluma de Ravelo. 

Empezamos la ruta en la calle Los Gofiones, que discurre paralela bajo el nivel de la avenida de Las Canteras, justo donde la calle Sagasta se abre al mar. Vivir junto a la playa de Las Canteras, la denominada joya de Las Palmas de Gran Canaria, es una bendición para Adrián, el protagonista de La última tumba, a pesar de que sea en “una caja de fósforos”. Su estudio tiene un balcón, desde donde otea la intensa actividad playera en las terrazas y los pequeños comercios asentados en el istmo de Santa Catalina, la franja que conecta el barrio pesquero de La Isleta con el resto de la Ciudad. 

“En el bajo del edificio hay un bar con terraza y la gente bebe cerveza y hace enyesques de queso, aceitunas o papas arrugadas. Un viejillo, en una de las mesas más alejadas, ha sacado una guitarra y está interpretando un bolero con más sentimiento que oído. Es como si la tarde no fuera a llegar nunca, como si todo el mundo estuviera bien alimentado y vestido, como si todos fueran felices, como si la muerte no existiera”.

Recorremos la vecina calle Tenerife para toparnos con el Mercado del Puerto, un gran cuadrado de hierro forjado que ha prestado servicio como mercado de abastos a lo largo de más de dos siglos. Como ha ocurrido con otras ciudades, el mercado se ha reinventado, “convirtiéndose así en el primer gastromercado de las Islas”, según reza su web, “con la más variada oferta gastronómica aderezada con un sinfín de actividades culturales: música en directo, DJ de vinilos…”. Adrián, sin embargo, prefiere el encanto de los bares de siempre, donde es fácil encontrar a señores tomando un lingotazo por la mañana. 

“Fui al Mercado del Puerto. Está más limpio y quedan ya muy pocos de los puestos que daban al exterior, donde los herederos del cambullón vendían vaqueros, zapatos y maletas. Ahora allí hay garitos modernos, de esos que te clavan con la cuenta porque sirven los pinchos en platos cuadrados. No me senté en ninguno de esos. Me fui a un barcito de los de toda la vida, de esos que hacen esquina y viven de las tragaperras”. 

Pedaleamos por el carril bici desde Las Canteras hasta otra playa capitalina, la de Alcaravaneras, una apreciada pieza de bisutería para los vecinos del barrio y los enamorados del volley playa o el piragüismo. Aunque no tiene el prestigio de Las Canteras, se sitúa junto a unas de las instituciones más ilustres de la Ciudad, el Real Club Náutico, cuyo acceso está limitado a los socios. El protagonista de La última tumba aparca su coche en la bajada del Naútico, junto a esta playa que le trae recuerdos de su infancia. 

“Alcaravaneras es como la cara B del disco playero de la ciudad, una canción del verano que se quedó sin entrar en las listas. Cuando era chico, mi madre a veces nos traía. Aquí había menos oleaje y la playa es más pequeña; como a tantas otras madres, le parecía más segura para venir con Tomás y conmigo”. 

Los personajes de Ravelo se mueven por ambientes marginales y también por los más exclusivos de la Ciudad, como el barrio de Ciudad Jardín. La arquitectura racionalista se mezcla con la elegancia de las casas señoriales en este barrio, conocido popularmente como Barrio Inglés, donde los altos muros apenas esconden unos jardines frondosos que se han convertido en un pulmón verde para la capital grancanaria. En uno de los elegantes edificios de este barrio, el autor sitúa a Ernesto Acevedo Blay, un influyente abogado de una familia franquista. 

“...me internaría en el laberinto de parquecitos arbolados y de chalés del Barrio Inglés, ese vestigio de la gloria pasada de la flota comercial británica en la isla, la pequeña ciudad colonial dentro de la ciudad colonial que los ingleses se construyeron para no echar de menos su estilo de vida mientras utilizaban la isla como base de operaciones para continuar saqueando África”. 

La siguiente parada es el Pueblo Canario, un recinto ideado por los hermanos Miguel y Néstor Martín Hernández de la Torre, que se inspiraron en la arquitectura tradicional canaria con el objetivo de atraer el interés de los turistas. Este complejo es el templo del estilo neocanario y, aunque Ravelo lo considere una estafa etnográfica, localiza en el patio del bodegón del Pueblo, justo frente al Museo Néstor, una de las escenas más emocionantes de su novela. 

“Aparqué en la entrada norte, la que da al parque Doramas y el Hotel Santa Catalina, en un estacionamiento situado junto a un busto que representa a Néstor de la Torre, el padre de la criatura. No está mal: mientras visitas su Pueblo Canario, el propio Néstor te vigila el coche.” 

Seguimos el carril bici de la calle León y Castillo, que nos conduce hasta la plaza de San Telmo, donde encontramos tres quioscos. Nos interesa el más colorido, el quiosco de la cafetería La Modernista, que está decorado con una cerámica modernista transportada desde Valencia en el año 1924. El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria adjudica cada cinco años la explotación de este pequeño recinto octogonal, que dispone de una gran terraza exterior en el parque, un privilegiado punto de observación de la actividad urbanita. 

“Desde la terraza, que está en una esquina del parque, la opuesta a la ermita, veo a la gente transitar entre el distrito comercial y la estación de guaguas; a los pibes reuniéndose en grupos en distintos bancos según pertenezcan a una tribu urbana u otra (emos en uno; siniestros en otro; eskateros más allá); a los viejos que ocupan los bancos restantes, alimentando palomas o quejándose del precio de las lechugas”. 

La ruta por los espacios más simbólicos de La última tumba culmina en un remanso de paz, la plaza de Santo Domingo, en el corazón del barrio histórico de Vegueta. El autor grancanario cita a los personajes de su novela en una de las zonas más tranquilas del casco antiguo, donde se ubican prestigiosos despachos de abogados por su cercanía con los antiguos juzgados y con la sede del Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Punto de reunión para los amantes del folklore en la Romería del Rosario, esta plaza tiene mucha magia e invita al descanso, tras caminar por la calles laberínticas y estrechas de Vegueta. 

“Una zona con poco tráfico, muchas familias patricias y bastantes bufetes de abogados. Ése es el barrio colombino: una zona de edificaciones criollas de antes de que existiera el criollismo donde cuatro viejas sagas de aristócratas venidas a menos o aliadas con una burguesía comercial igualmente decadente conservan los caserones que no han sido ocupados por picapleitos”. 

Los rincones y los ambientes variopintos de Las Palmas de Gran Canaria tienen gancho para la creación literaria, como ha demostrado Alexis Ravelo. Una ciudad cosmopolita, genuina, con una amplia historia y en constante transformación. Una ciudad que inspira historias cautivadoras. 

  • Enlaces de interés:
Alexis Ravelo (Twitter)
Alexis Ravelo (Facebook)
Libros de Alexis Ravelo (Casa del Libro)

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