La organización y coordinación del personal es responsabilidad del jefe de servicio, Fernando Muñoz, que se suma al equipo de siete, normalmente trabajando desde la oficina, controlando todo. “Es un servicio amable”. “La gente nos agradece y nos da buenas vibraciones, es un feedback diario”, explica, si bien “somos conscientes de que nos piden mejoras”, sobre todo respecto al horario del servicio.
En los talleres encontramos a Eduardo Villaverde y a Manuel Santana, que trabajan en turnos de mañana y tarde, siempre con la radio y manos a la obra: “a arreglar”, resume Eduardo. Coincide con su compañero en que, de media, por turno arreglan 4 o 5 bicis. Pinchazos, ajustes de cadenas y cambio de luces en un modelo que bicicleta urbana que, tras dos años y medio de vida, “no se ha estropeado mucho” y aún tiene mucha vida, prevé Manuel.
Bajamos a las calles de la Ciudad. Allí encontramos al resto del equipo. Los cinco más conocidos entre los usuarios de Sítycleta. Ellos son los que conducen la conocida furgocleta cubriendo varios turnos de un servicio de 16 horas, todos los días del año. José Ramón Pérez está satisfecho con su rutina laboral, porque “controlamos nuestro trabajo y no estás en la oficina, estás en la calle”, y confirma la buena relación entre el personal, “nos conocemos todos, somos un equipo”. Su compañero, Francisco Arocha, explica que cada día tienen aproximadamente un centenar de bicis en movimiento y que es a primera hora cuando hay más demanda.
Los cinco coinciden en que lo que más les gusta es el contacto con los usuarios. Como señala Eduardo Arrones: “La mayoría de la gente es muy agradecida, es un aliciente que te reconozcan la labor que haces, motiva”. Por otro lado, Orlando Rodríguez, asegura que “el mejor momento de la jornada es cuando me voy, después de haber acabado el turno, viendo que he podido dar una atención correcta”, subraya. “No paramos, de un lado a otro. Pero es un gusto ver a tanta gente utilizando la bici”, indica por su parte Javier Molina, satisfecho, porque “cualquier problema que se presenta somos capaces de resolverlo”.
El compañerismo es la clave del equipo sityclético, que tiene la misión de conseguir que siempre haya sítycletas disponibles en todas las estaciones. Al hablar con ellos se palpa su orgullo por la creciente demanda de los que prefieren moverse en la bici pública en sus desplazamientos diarios por la Ciudad y de formar parte del único sistema de bicicletas públicas de Canarias activo. “Aunque se ha ralentizado un poco a causa del coronavirus -comenta Fernando-, el servicio sigue creciendo”, sumando nuevos usuarios cada mes y aumentando el número de kilómetros pedaleados en Sítycleta.
Reina el optimismo entre los trabajadores de Sítycleta en cuanto a la evolución de la movilidad sostenible en Las Palmas de Gran Canaria, “una Ciudad perfecta para bicicletas”. En un ejercicio de proyección, de aquí a pocos años todos visualizan “un servicio más amplio, con más estaciones, más personal y presente en Ciudad Alta gracias al aumento de las sítycletas eléctricas”.
“No me imagino el techo, si es que lo hay”, reconoce Fernando, por su parte, porque “nuestra visión es mes a mes”. El jefe de servicio está satisfecho por la evolución de Sítycleta y porque ya no es necesario justificar su necesidad. Día a día, la bicicleta pública de Las Palmas de Gran Canaria fideliza nuevos usuarios, mientras el equipo sityclético sigue igual de motivado para “intentar ser mejor que el día anterior” y que la cadena de Sítycleta esté siempre perfectamente engrasada.